domingo, 1 de abril de 2012

LOS AMIGOS ELEGIDOS DE CRISTO

LOS AMIGOS ELEGIDOS DE CRISTO.
Jesús desde su nacimiento y visita a éste valle de lágrimas no sólo se dedicó a cumplir con la misión de beber el cáliz encomendado por Dios su padre, sino que se entusiasmó tanto con los seres humanos hechos a su imágen y semejanza que se ensimismó en practicar la amistad auténtica y desinteresada propia de su condición de ser celestial, lo que por cierto lo hizo durante toda su corta vida desde niño cuando moldeaba aves que con un soplo las ponia a volar, hasta en la cruz con el baldón inriniano, último lecho de madera en la que entabló amistad con Dimas, al que ofreció recibirlo ese mismo día en su casa celestial. Fruto de éstos afanes son sus doce amigos a quienes conocemos como sus apóstoles empero su máximo galardón es el de haber sido amigos del Maestro.
De esta docena de amistades auténticas Jesús tuvo a Lázaro y a Judas como los designados para que cumplan una tarea especial y diferente a la de los demás, que desempeñen cosas sobrehumanas y tal vez difíciles y que por fatal desgnio pasaron a la historia como anodinos acompañantes y felones sin nombre. Así tenemos al primero que enfermó desde muy joven y viéndose muy agravada su salud sus hermanas y vecinos de Betania hiciéronle conocer al hijo de Dios y le imploraron y le rogaron para que acuda a su lecho para que con una mirada suya lograse sanar y salvarlo, pero él les dijo en forma franca pero con mucho dolor y amargura en el alma que su amigo Lázaro tendría que morir pero no con la muerte común y trillada que ataca a todos los hombres ordinarios, sino una muerte corta, que sólo le toca a los escogidos y a los individuos especiales, luego de la cual sería no resucitado sino despertado por Jesús y en acto público, para que todos vean que el maestro era hijo de Dios, de lo que no debería quedarles duda. Lázaro se fué navegando en aguas tibias vertidas por el llanto de sus seres queridos, su alejamiento efectivamente fué momentáneo y duró sólo tres días exactos para ser iniciado, adelantado y exaltado y al término de los cuales se levantaría de su lecho ante la voz y el llamado de su maestro para proceder a contarle todo lo vivido, visto y sufrido en el valle de Hades, lo que por cierto no era novedoso ni desconocido para el hijo de Dios.
Igualmente Júdas recibió ante sus oídos la órden de Jesús para que sea quien le entregue ante los soldados pretorianos y él cumplió con el mandato divino a sabiendas que a Jesús no le pasaría nada ya que había sido absuelto por Pilatos y Herodes y que el pueblo pediría su liberación, sin contar que éste último elemento pediriía su crucificción a cambio de la vida de Barrabás. La gran pena que sufrió por la cruel partida de su maestro la que hasta ahora le es enrostrada como la de una vil traición hacia él, ocasionó su autoeliminación azusada por el demonio que reptaba por las laderas y acantilados del Gólgota, llevando entre manos la bolsa con las trece monedas entregadas por un emisario de Caifás.
De éste doloroso epílogo nos queda sacar la conclusión de que todos cumplieron con su rol, Lázaro con el papel de morir y resucitar, Júdas con el de entregar sin traicionar y Jesús con el de dar su vida a cambio de los pecados de los hombres del ayer, de hoy y de mañana.
El único que fracasó y que cuyo resultado también estaba escrito fué él demonio que quería impedir que Cristo cumpla con su cometido, pero él lo hizo con la ayuda de sus amigos humanos que en éste siglo XXI están representados por los hombres de todas las razas, idiomas, colores, países y continentes que habitamos momentáneamente el mundo, que día a día practicamos las muertes cortas y las traiciones permanentes.
MARCO V. SANTOS DLG.
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