jueves, 11 de marzo de 2010

NOCHE DE ALCARAVANES
Cambio de giro clerical o desarrollo y modernización del Cusco
Marco V. Santos DLG.
A nivel mundial el Cusco es conocido como un museo viviente, aparte de sus lauros y méritos aún vigentes. Esto como consecuencia de que en pleno siglo XXI en su casco monumental o en el damero de Pachacuteq, sus pobladores y visitantes pueden vivir y pasear por sus callejuelas de cimentación inca y construcciones coloniales de antiguas viviendas de familias tradicionales y templos católicos con paredes de adobe, yeso, manpostería, mojinetes, ventanales y techos de teja rojiza. Ingresar a estas residencias públicas y privadas, genera conocer su riqueza desde sus interiores, muchas veces bien arregladas y cuidadas, previo pago a sus administradores o a seudo propietarios. Empero este museo viviente dada la antigüedad de su infraestructura, el factor climático, la altitud de la zona y el deterioro propio de su habitabilidad y su carácter turístico, hace obligatorio su permanente mantenimiento por parte de sus propietarios y administradores privados y en caso contrario por las entidades creadas para tal acción de protección.
La entidad estatal que nació para este resguardo es el INC, que como el perro del hortelano que tanto se habla en estos tiempos, no cuida ni mantiene ese patrimonio ni deja que sus propietarios lo hagan, permitiendo que las casonas existentes en el centro de la ciudad se vengan abajo, aplastando a las familias que en ellas residen, destruyendo sus bienes, cerrando el paso vehicular y peatonal en dichas arterias, dejando mucho que desear. El crecimiento elefantiásico de esta entidad cuya cabeza y trompa se encuentra en Lima, es fabuloso, tanto en su plana burocrática, holgazana y vividora y en la de sus millares de empleados y trabajadores que no atinan ni tienen tiempo siquiera para proteger los baluartes de Saqsayhuamán que se encuentran en franco proceso de destrucción.
El síndrome de la momificación mental de las autoridades y algunos pobladores cusqueños, disfrazado de respeto a lo tradicional y monumental, se vio en forma evidente hace unos días cuando, residentes de las áreas adyacentes al seminario y colegio de San Antonio en la Av. De la Cultura, parroquianos, plañideras eventuales, vendedores ambulantes y feriantes puneños creadores de la cultura de la calamina y el caramanchel que tanto daño nos hacen en el Cusco, salieron a las calles y a los medios de prensa para despotricar sobre el cambio de giro que autorizó la Municipalidad Provincial del Cusco al arzobispado que dirige Antonio Ugarte que desde que llegó a nuestra ciudad se ha dedicado a actividades del comercio, la compra y venta de inmuebles y desalojo y lanzamiento de inquilinos de locales de propiedad del pueblo que jamás fueron del clero, al más puro estilo del mercader de Venecia, olvidándose de la prédica de la palabra y el evangelio de Dios.
Su más encumbrado argumento de estos protestantes sociales, es el de pretender crear mega centros comerciales que atentarían contra sus mercadillos y centros de abastos, en donde como todos sabemos se expende en el suelo sangrecita con arroz y revuelto de nabo y artículos de contrabando que no pagan los impuestos de ley.
Es tiempo que el Cusco salga de su cuadro de museo medieval viviente por lo menos en la parte sur de la ciudad, para buscar la construcción de edificaciones en donde funcionen y se presten servicios de alimentación, distracción, finanzas, vestuario, educación y cultura, no solo en aras de servir a la comunidad sino de modernizarse y desarrollar en franca competencia con ciudades como Santiago, Caracas, Bogotá o en nuestro país como Lima, Arequipa, Trujillo o Chiclayo.
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