¿DEBEMOS TEMER A LOS NUEVOS POLÍTICOS?

Es grato ver en nuestra ciudad cusqueña a profesionales de renombre, con estudios en el extrangero, familias bien constituidas, con apellidos llevados con dignidad, de alta moralidad y calidad social que nunca incursionaron en política, no lo hacen actualmente y mañana tampoco lo harán, así se los pida el espiritu santo o el papa benedicto XVI, por cuanto aman su tranquilidad, su estatus social, el futuro de sus hijos, su profesión y la existencia de sus bienes inmuebles y económicos obtenidos a costa de sacrificio y trabajo. Ellos no solo no entrarían a ese sub mundo de contradicciones ni corrupción moral y humana, sino que para diferenciarse del resto de sus congéneres y paisanos, caminan a pie por calles repletas de fango y miasma, por que ya todos tienen su camioneta cuatro por cuatro y con esos vehículos han invadido las estrechas callejuelas del Cusco; no usan celular y solo se comunican ante alguna emergencia por teléfonos monederos que poco a poco van desapareciendo, por cuanto todos tienen su blak berry colgada de la oreja; no asisten a las discotecas de antaño como el Muky, las Quenas, al otrora Hatuchay y otras de existencia añeja y prefieren irse a su azotea o sala de la casa para escuchar la música que quiere, motivado por que las actuales discotecas o meretricotecas están llenas de alumnas de colegio y universitarias semi desnudas, ébrias y con síntomas de haber consumido algún alucinógeno de esos que se venden en la calle Procuradores y en la Plaza de Armas; no pueden entrar a una cabina de servicio de Internet a ninguna hora porque está llena de una tropelía de estudiantes secundarios con uniformes y mochila y todo, jugando a las guerritas o viendo calatas con las manos entre las piernas y vociferando una serie de groserías que cualquier político borracho se abstendría de pronunciar.
Ante la ausencia de gente noble y culta en los recovecos de la política regional chabacana y angurrienta, aparecen en el écran del gran teatro de los figuretis de la politiquería ciertos tipos de ambos sexos que se hacen llamar ingenieros o politólogos, no siendo ni lo uno ni lo otro, causando sorpresa y miedo hasta de sus propios progenitores por la osadía de la autotitulación de sus hienas llamados hijos. Estos aparte de tener alguna cuenta bancaria por negocios obscuros y color humo, tienen sobre sus espaldas ciertas taras legadas por sus ancestros que por cierto nunca pasaron por una escuela de padres. Entre estas neurosis les hemos visto muchas que revisten peligrosidad aunque ellos quieran esconderlas bajo siete capas de hipocrecía, tales como de la fobia a la pobreza, a no ser nunca nada ni nadie, del rencor y la venganza, de la insidia, del engaño y la mentira, de la arrogancia y el falso cartel, en fin una serie de alteraciones de sus conductas que nos enrostran al pueblo y que por culpa del aún existente voto analfabeto e ignoranton son elegidos, haciéndonos vivir al pueblo en la misma forma y de idéntica manera en que ellos fueron criados como neo natos, infantes, párvulos, niños, adolecentes, hasta jóvenes, en viviendas abandonadas, vale decir en el abandono moral de la pobreza que no por tal debería dejar de ser digna, llevadera y con calidad de vida; y si no fijémonos el estado calamitoso de las vías públicas del casco monumental y de toda la ciudad cual ataque estrepitoso de cientos de cientos de tsunamis y terremotos del grado diez, la berma central de la Av. de la Cultura, desde el hospital Regional hasta la Urb. Santa Úrsula, que ha sido invadido con kikuyo de medio metro de altura, los boleteros de combis que atropellan a niños y ancianas en su loca carrera para picar una tarjeta grasosa en algún reloj colgado en las pulperías de las esquinas, lo que por cierto no se ve en ninguna ciudad del orbe.
Es entonces conyuntural el temor de la ciudadanía ante los actuales candidatos que se hacen llamar de la nueva hornada, lo que resulta siendo falso e toda falsedad, ya que son los mismos que los que en julio del presente año saldrán sin haber servido para la maldita cosa en el congreso, en las municipalidades ni en el gobierno regional.
MARCO SANTOS
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