miércoles, 31 de agosto de 2011

FUTBOL, SANGRE Y GASOLINA

Los costos de la guerra no solo se miden con la cantidad de muertos a causa de los bombardeos e incursiones de las tropas vencedoras en los territorios de los sojuzgados, sino también con el daño económico del endeudamiento y empréstitos para la adquisición de armas, dejando de lado por mucho tiempo los rubros de sueldos, alimentos, medicinas, y bienestar en general para los pueblos; èstas catástrofes originadas por los malos gobiernos no son ùnicas en el campo bélico, pergeñadas y planificadas con años de anticipación, sino que también se vé, observa, analiza y constata en el diario vivir y en la rutina de los pueblos que sin necesidad de recibir los impactos de misiles y granadas de morteros en los techos de sus viviendas, crèen que están pasando una vida bucólica y tranquila, teniendo un gran costo social que altera la moral y la tranquilidad públicas, con el paso de los rìos subterraneos de la corrupción enquistada en los altos, medios y bajos mandos de la hacienda pública, en donde funcionarios nombrados a dedo y elegidos por el voto popular, con uniformes y condecoraciones por no haberle ganado la guerra convencional o no convencional a nadie o con ternos y corbatas comprados en el mercado del Molino que navega sobre el río Huatanay, hacen y deshacen la vida de los nativos de èste país, escondiendo sus miasmas grabadas en videos, fotos y cintas sonoras, para encubrir a sus congéneres a cambio de alguna gracia pecuniaria, un puestito laboral, una palmadita en la espalda o una gran borrachera el fín de semana.
Los luctuosos hechos ocurridos en Cusco hace más de una semana, en donde fasinerosos con uniforme abalearon por la espalda a jóvenes barristas del club de futbol Cienciano, luego del cual corrieron presurosos a las oficinas de la municipalidad en donde supuestamente deberían estar las filmaciones de los hechos de sangre, para valerse de un ex porta pliegos del EP y que hasta ahora viene ejerciendo la función de jefe de Seguridad Ciudadana, hicieron desaparecer las pruebas contundentes del delito perpetrado.
Pero la cofradía del mal no solo está entre los subalternos uniformados del servicio de calle y el jefe municipal de seguridad ciudadana, sino entre los jefes de estos que a cambio de la compra de gasolina para sus patrulleros al grifero que en mala hora fue elegido alcalde esta ciudad llamada a mejores destinos, han firmado pacto de no agresión y en vil contubernio se han orinado en el dolor de la familia, amigos y allegados del joven fallecido, han vomitado en la moral pública y han pisoteado la dignidad de sus instituciones existentes para cuidar a la población y no para exterminarla, a cambio de favores personales.
Sin ir lejos en Chile por la muerte de un joven que participaba en una protesta pública han pedido la cabeza del director de Carabineros, del Ministro del Interior y un poco más piden la renuncia del mismísimo Presidente de la República de los araucanos y aquí en donde se habla de lucha contra la corrupción no se hace nada para sancionar a las altas autoridades y jefes de las instituciones nombradas e involucradas hasta el cuello en este hecho criminal.
MARCO. V. SANTOS
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