martes, 9 de noviembre de 2010

EL SILENCIO DE LOS HIPÓCRITAS

El cura belga Lemercier instauró por los años sesentas en Cuernavaca México la práctica del Psicoanalásis en el convento benedictino de Santa María de la Resurrección a su cargo, para intentar resolver los conflictos y luchs internas con sus demonios de perversiones sexuales, desórdenes emocionales, depresiones y baja autoestima de los monjes. En lugar de recibir un premio y tomar como plan piloto para el mundo clerical católico, el Vaticano sancionó y expulsó al cura belga innovador para una mejor moral de los curas y cerró el monasterio.
Hoy en día vemos como esos demonios internos de los curas de todo color e idioma que están esparcidos en el orbe, los vienen acosando cada vez más, hasta convertirse en las noticias policiacas de todos los días, informando sobre actos de pederastía, pedofilia, acoso sexuales y toda acción manifiesta y evidente relacionada con el abuso sexual, como el caso específico del cura trujillano que fue filmado en una de sus tantas faenas de perversión con la mujer de la limpieza de su parroquia, que por cierto era casada y tenía familia, a quien inclusive le pidió que aborte el hijo que el había engendrado.
Estos hechos del clero católico cometidos en todo el mundo nos tienen hasta el hartazgo a la sociedad, que con pena ya no con asombro, ve que el Vaticano y sus filiales ya han tocado fondo en un mar de estiercol y vómitos, producidos por la hipocresía de mantener vigente en pleno segundo milenio, la gigantesca mentira del celibato y la continencia sexual, a base de la oración y la penitencia.
Los curas con sotana y sin ella, que inclusive han abandonado sus claustros para dedicarse a la administración de colegios y escuelas, para la educación de niños y niñas, vienen atacando a la sociedad en la parte que más le duele, en el abuso sexual a sus hijos menores de edad y a toda mujer que se les cruce en el camino y tratan de demostrar arrepentimiento con actitud contrita de penitencia.
La actitud hipócrita del Vaticano de prohibir a sus curas a que tengan esposa, hijos y familia como cualquier mortal y persona humana, como que si se les permite a los sacerdotes de otros credos y religiones, es la piedra angular de la destrucción de la moral y respeto a las buenas costumbres de los pueblos por parte de los curas degenerados que inclusive luego de ser pescados infraganti continúan ejerciendo el sacerdocio, dando misas dominicales, celebrando matriomonios y bautizos, en lugar de ser espectorados de la iglesia y puestos a disposición de la justicia.
MARCO V. SANTOS

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