sábado, 5 de febrero de 2011

PERÚ UN ESTADO SIN DIOS, PATRIA, LEY, NI AUTORIDAD

Poco a poco en el Perú nos damos cuenta que nuestra historia contemporánea es tan dificil, dura y triste como resultado de los acontecimientos sociales que se arrastran desde la aparición del hombre autóctono y aborígen ancestral en esta parte del territorio geográfico del continente sud americano. En efecto el imperio del Tahuantinsuyo es el resultado de anexamientos pacíficos y violentos de tribus nómadas y culturas pre incas que acogieron la cultura, la religión, la ingeniería y las normas sociales de los hegemonistas incaicos, no estando en toda esta sumatoria excluidos pueblos salvajes y de dificil gobierno, que llevaron a luchas interminables con pérdida de vidas lamentables, tanto dentro de su propio territorio como en los de posterior dominio.
La riqueza geogràfica del territorio tahuantinsuyano era producto del sacrificio y estrategia polìtico militar de los gobiernos incas, que mediante del uso de la razón o de la fuerza, que por cierto era un lema incaico y no araucano como creen los del sur, y el empleo de mitimaes que actuaban de avanzada, conformados por técnicos en construcciones de ciudades, en organizaciones sociales y religiosas y de mando militar, que instruían a los sometidos a la vida social organizada.
Con la invasión española y aculturación a este continente austral, (lo que nunca fue descubrimiento, ya que siglos antes habían llegado navegantes y hombres de bien de Asia, África, Europa y Norte América que practicaban el trueque e intercambio de productos y conocimientos)se trastocó y revolvió todo lo conocido y logrado con el avance imperial y lejos de traer conocimientos militares, de navegación, de organización, de alimentación y salubridad, trajeron vicios personales y grupales como la vagancia, la holgazanería, el hurto, la venganza, la mentira, sumados al alcoholismo, la drogadicción, la zoofilia, la necrofilia, el asesinato y a enfermedades como la gripe, el catarro, el chancro blanco, la gonorrea, la sífilis, la tuberculosis, que cual siete plagas de Egipto, diezmaron la civilización incaica tanto en lo material como en lo espiritual, trayendo cruces, biblias y máquinas de descoyuntamiento de los inquisidores inventados por los hijos de Torquemada, para tratar de someter a los panteistas y naturalistas autóctonos, a la religión de Cristo a punta de patadas, puyazos y bayonetazos.
Los españoles no solo destruyeron todo lo que se podía llamar vida social, político, militar organizada de los tahuantinsuyanos sino que nos dejaron como baldones y estigmas varios aspectos o indicadores de nuestra actual sociedad, una de ellas, la religión católica practicada como obligación obsoleta y descreída como se puede notar en las falsas eclosiones de masas en las procesiones, en donde se crée que por caminar de rodillas, arrastrarse por caminos con vidrios y espinas o cargar cruces de pesados maderos, los pecados cometidos antier y los que se cometerá mañana, les serán perdonados por el cura de la esquina y por ende por el supremo hacedor. A sabiendas que el clero actual y el de siempre ha estado conformado por sacerdotes con conciencias sucias y corruptas inclinadas y sometidas a los pecados carnales como el abuso de autoridad del derecho de pernada, de las violaciones de los pedófilos, de la presencia de los onanistas, de la actitud de los voyeuristas y de lo innato de los maricones (como diría el obispo despechado Bambarén)escondidos en sotanas grises y crucifijos colgantes, que no hacen más que hacernos colegir que lejos de encaminar la fe en Dios y el conocimiento de la palabra, se han convertido en una lacra que ha creado el desconcierto en su feligrecía que no sabe ni atina a tomar a los ensotanados como pastores de rebaños o demonios que dirigen a las píaras de cerdos a los barrancos.
Esto sumado a la alcoholización que hicieron los gamonales, terratenientes, hacendados y rufianes españoles de los habitantes de clase baja que se dedicaban al trabajo en la minería, en la agricultura, la pesca, la tala, etc., mediante la alimentación obligatoria de día y de noche de alcohol metílico con componentes como el plomo que creaban adicción, mataban a los autóctonos y genéticamente destruían a su descendencia.
Los ibéricos cuya presencia ahora observamos con sus apellidos rimbombantes tanto en la alta política, en las grandes empresas transnacionales de la comunicación, del transporte, también en la actividad social nacional, son nada más y nada menos los descendientes de los aculturizadores de marras que sumados a los otros contingentes de pueblos de otras etnias de costa, sierra y selva aborígenes y aún en estado de aislamiento voluntario y de culturas asiáticas, africanas que conforman la actual sociedad peruana multiétnica y pluricultural sin identidad, que a la postre vive en un ostracismo y abulia social secular, que la diferencia y caracteriza en comparación con las demás latinoamericanas, haciéndola una nación moderna con aspiraciones de país emergente y trabajador pero en forma desorganizada y sin identidad ni patria.
Un pueblo sin identidad es una simple agrupación o bola social de mercaderes de mercado persa con caramancheles o sombrillas plásticas multicolores que se reúnen cada sábado en el baratillo de la esquina donde se venden chucherías, choncholíes, picarones y productos manufacturados en el patio interior de la vieja casona o robados la noche anterior o como los bereberes beduinos que duermen de día en la sabana del desierto y de noche esquilman a los viajeros. En ambos casos viven del sudor y trabajo ajeno y no les interesa el suelo en el que están parados ni el futuro de sus proles.
No habiendo un Dios real a quien amar y tenerle temor y guías espirituales a quién seguir y escuchar, hace que los pueblos estén conformados por simples habitantes terrícolas falsopracticantes e hipócritas rezadores, y si no se crée en algo superior y de poder divino, menos se puede tener conocimiento de la palabra patria o nación, por cuanto esto tampoco se ve ni se palpa, por que va en lo más profundo de la conciencia, navega en la sangre y fluye como plasma entre las neuronas.
Al no existir estos componentes naturales en la persona humana que puebla nuestro territorio geográfico, vemos hoy en día como aparecen los fariseos amorales e indeseables falsos profetas que se han quitado las mascaretas para atacar a la reducida población que aún practica los valores morales, que en plena campaña pre electoral se han dedicado a los insultos y a la diatriba lejos de proponer obras, se han propuesto sacarse la miasma escondida bajo sus epidermis, hacerse análisis de sangre, de orina, de cabellos y de saliva para querer demostrar que no son consumidores de alcohol, de droga ni estupefacientes y nadie se hace analizar sus conciencias para demostrar si aman a su patria, a sus antepasados, sus costumbres, sus aspiraciones, acuchillándola por la espalda con sus hechos vergonzosos perpètrados desde el aparato público como los actos de los comepollos, los robaluz, los matacholos, los cobraindemnizaciones, los vendemedicamentos, los tragasables, los predicadores nocturnos, los blakamanes, los angurrientos, toda la parafernalia de la lacra política nacional y todos los vendedores de cebo y culebra que para apropiarse del poder venden el oro y al moro; ante estos, los violadores de sus hijos de cinco meses, los asesinos de sus padres, los descoyuntadores de los magros cuerpos de sus cónyugues, los incineradores de cadáveres, los narcotraficantes, los terroristas, son unos simples bebes lactantes de pecho.
MARCO SANTOS
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