miércoles, 16 de marzo de 2011

LA MALDICIÒN DE LOS DELFINES

Japòn es un paìs insular y como tal està rodeado ìntegramente de mar, playas y agua salada. Desde sus inicios como monarquìa imperial con la presencia de Nobunaga el sanguinario, se hizo notar como un pueblo pujante y avasallador, extremista en belicocidad y guerreros por antonomacia y si no que nos lo cuenten los chinos que fueron sojuzgados por màs de cien años y las mujeres desde los diez hasta los cuarenta años fueron prostituidas y puestas a disposiciòn de sus tropas, o los rusos que vieron invadidos su puerto Arturo de la noche a la mañana con el empleo de los submarinos de bolsillo recièn estrenados por los nipones, generando gran matanza de la poblaciòn rusa, mientras el Zar Nicolàs Romanov se dedicaba a la cetrerìa y a la caza, Rasputìn se encamaba con la Zarina Alejandra y su hijo Alejandrevich se arrastraba por los pasadizos del palacio Zarcoe Zelo o tambièn llamada la Babilonia de las Nieves, preso de su mal de Hemofilia que atormentaba su corta vida. O el ataque artero del Almirante Tojo y sus Kamikases contra la armada norteamericana y sus tropas dedicadas a las grandes bacanales en Pearl Harbor en el Oceano Pacìfico durante la Segunda Guerra Mundial; para esto Japòn, Italia y Alemania habìan formado la Alianza de las Potencias del Eje para enfrentarse a la OTAN. El ataque precitado era necesario para asustar a EEUU y hacerlo retroceder en sus intentos de intervenir en la guerra. Los contactos de Tojo en la base naval eran los mozos que atendìan y servìan los alimentos a los marinos, los mismos que eran de raza amarilla y para màs desparpajo eran japoneses, quienes tendrìan que informar y solicitar el bombardeo con el còdigo LOS CRISANTEMOS SON NARANJAS, en base a que colocarìan esas flores de ese color en floreros en las mesas de los oficiales, lo que serìa informado a los marinos y aviadores nipones mediante un contacto radial. Esta sèria deficiencia de la inteligencia norteamericana provocò el cambio de los còdigos radiales y el idioma, llegando al extremo de usar idioma Navajo para evitar ser interceptados.
La destrucciòn de la totalidad de la armada yanky, provocò la muerte màs por la negligencia y la irresponsabilidad de su presidente en ejercicio Roosvelt que por por infarto cardiaco, sucediendolo el enano Harry Truman, un vice presidente habil, tenaz y decidido que obligo que las armas secretas que acabarìan de construirse recien en seis meses, se concluyan en una semana. Estas eran las bombas atòmicas que llevò el bombardero Enola Gay y las arrojò sobre Nagasaky e Hiroshima, borràndolas del mapa y causdando grandes daños a su poblaciòn hasta hoy en dìa.
Ahora vemos como Japòn a raìz del terremoto y posterior tsunami ha quedado màs destruida aùn que con el bombardeo de Truman.
Dicen por ahì que Japòn que es la primera potencia en pesca y fabricaciòn de harina de pescado y todo lo referente a la industria pesquera y conexos, ha sufrido la maldiciòn de los delfines, por cuanto, las grandes empresas de este rubro, con fenomenales embarcaciones y armas, cazan cada año un millòn de delfines, si aquel mamìfero que es màs inteligente que el mismo hombre y que solo le falta hablar. Estos bellos seres del mar una vez apresados por los asesinos de ojos razgados llamados pescadores, son introducidos aún con vida y coleando a grande màquinas en donde son desollados y descuartizados, ocasionando que los indefensos animales lancen silbidos atronadores, talvez pidiendo auxilio, talvez maldiciendo a sus torturadores.
Ante el azote de los atilas humanos la naturaleza se une en gran alianza y pacto con el ùnico motivo de castigar a los destructores de la vida, en efecto, los vientos convertidos en huracanes y tifones, las lluvias con granizadas y nevadas, los maremotos y tsunamis, las tempestades elèctricas, los volcanes, los sismos y terremotos cada vez màs fuertes y atroces, las sequìas, las inundaciones y dentro de poco la caìda de inmensos meteoritos, la desapariciòn de islas y territorios de los Paìses Bajos, han hecho alianza con los delfines que aùn quedan con vida y en cruel reacciòn han atacado el territorio japonès, temiendose luego de esto, que los vientos lleven el hidrògeno y plutonio pulverizado de sus usinas nucleares convertidas en pasto y montones de cemento y se restregue en los rostros, cabezas, manos y cuerpos de los treinta millones de habitantes de Tokio.
MARCO V. SANTOS.
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