domingo, 14 de noviembre de 2010

IZAMIENTOS DOMINICALES UN SALUDO A LA BANDERA

Cada domingo la población cusqueña acude a la plaza mayor a efectuar sus actividades de rutina, mientras unos se dedican al mercado ambulatorio, a dar comida a las palomas más conocidas como ratas aladas, a escuchar misa en los templos y catedral dejadas como herencia por los españoles, a sentarse en sus bancas a comentar de política, de los nuevos platos de Gastón o del nuevo marido de su vecina divorciada, los turistas esos de aventura o mochileros fuman sus pitilos de marihuana, se sacan los piojos de sus cabezas de rastas y emos y pegan sus mocos en los listones verdes de los asientos, entran las autoridades enfundadas en vestidos, sotanas y uniformes condecorados con placas y escudos de latón que orgullosos ostentan en sus enchidos pechos, por la calle espaderos y a paso lento pero seguro, a los acordes de la banda de músicos rechonchos y sudorosos, se dirigen al átrio y se adueñan de toda su extensión pétrea. A los contados minutos piden permiso a la autoridad política o a su representante para dar inicio a la ceremonia cívico castrense. Este bañado en emoción y profundo amor por la patria (o por la plata) da su permiso. Se izan las banderas multicolores hasta lo más alto de los mástiles y estas empiezan a flamear ante la presencia de la brisa fria que baja de lo alto del cerro engalanado por el cristo blanco. Las tropas de soldados y policías saludan militarmente con la mirada al horizonte, pero talvez más alto, hasta que sus espaldan se doblen amenazando con romper sus columnas vertebrales. Los asistentes más viejos se ponen de pie y se quitan los sombreros viejos y hongueados por la lluvia que recibieron el día anterior cuando salían de la picantería, pero estos son pocos, inclusive se les puede contar con los dedos de la mano y de los pies.
Ante el asombro de los que conocemos de patriotismo y de respeto a los símbolos patrios incluyendo el Himno Nacional, observamos como los estudiantes de ambos sexos, comisionados para la ceremonia, deambulan por calles adyacentes y portales con sus helados en una mano y en la otra el brazo de sus enamorados, mientras los profesores, esos que piden aumento de salarios, se dedican a planificar su próximo paro y acordar en que pulpería se encontrarán al termino del tal cansado izamiento y los turistas que no dejan ni un sol de impuestos por que comen y viven en la calle, no actúan con respeto a lo nuestro ni hay nadie llámese policía o sereno o común ciudadano que los obligue a demostrar respeto por el himno y la bandera nacionales. Peor aún, los mismos peruanos y cusqueños de esos que se han trasnochado en las discotecas del perímetro de plaza mentada, los que se siguen embriagando botella de ron en mano, los carentes de cultura, respeto y de amor propio, esos no se dan por aludidos y se sienten dueños del lugar y toman la ceremonia dominical como un saludo a la bandera que les perturba su solaz esparcimiento y les impide seguir viviendo en sus rústicas viviendas de pasto, florecillas y bancas de madera que les ha adjudicado nuestro alcalde y sus lacayos de uniforme azul y camionetas de último modelo.
MARCO V. SANTOS

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